sábado, 19 de diciembre de 2009

La Tierra llora lágrimas azules por el hombre


Somos lo bastantes ignorantes como para derruir nuestra propia casa y a un ritmo rápidamente incomprensible. La Tierra está llorando lágrimas azules por nosotros, como una madre puede llorar al ver a su hijo sufrir. La madre Tierra no encuentra una explicación a tanta ignominia y no sabe de leyes ni de "cumbres sobre cambios climáticos" que lo único que sirven es para juntar a un grupo de amigotes que cenan, comen y dicen cosas sin sentido, cosas que no servirán para cortar la metástasis que el propio hombre está produciendo. No existe en este planeta una especie a la vez tan capaz e inteligente y por contra tan estúpida. Ni si quiera el esperanzador papa Obama es capaz de arrancar un acuerdo que trascienda mínimamente. Son más poderosos los lobbyes que nos llevarán a la autodestrucción. Por mucho que nuestros políticos intenten fingir que quieren llegar a tiempo, realmente, lo que quieren es ganar y perder el tiempo. La madre Tierra nos lleva ventaja, no somos lo bastante merecedores de su magnificiencia y terminará por inundarnos con sus lágrimas azules del color del mar.
Se están produciendo cambios vertiginosos en nuestro entorno, aumento de temperaturas global, sequías, inundaciones, tornados, etc y al mismo tiempo que están despertando las conciencias de la gente de bien, la gente que ama su casa, los capitanes de los barcos de la destrucción se afanan por llevarnos al final del mar.
Démosles una lección. La gente de bien, la gente que siente la tierra donde pisa, terminará por hacerse oir por encima de las voces que no dicen nada y ensordecerán a las voces de la falsa esperanza, a las voces de los Obamas del mundo, que realmente, no nos curarán a la enferma. Seremos, los propios hijos del planeta azul, los que andaremos por la senda hasta cubrir de arena las conciencias de los gobernantes y de sus esbirros, los sucios ejecutivos del parqué y del petróleo, a los cuales no les importa que miles de almas inocentes perezcan cada día por falta de un bocado de pan, por falta de una vacuna ó de un sorbito de agua.
Estamos perdiendo el horizonte, los medios y la dinámica de la posesión nos arrastra hacia un mar sin fondo, hacia el fondo de un mar salado y azul. Pero no ha de ser ese el final definitivo. La Tierra que es muy sabia despertará y bailará con sus hijos, los hombres que ven más allá, los hombres que barrerán su casa para dejarla sana y aseada. Seamos pues partícipes de tal ceremonia. Demos un paso adelante para coger la mano de la persona que tenemos a nuestro lado y digámosle: sécate las lágrimas de esa mejilla, que son azules y te han de manchar, mira al horizonte, donde no llega la vista para mirar y ver más allá.

Juan Carlos Moreno
Albacete. España

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